CATÁSTROFES AÉREAS Y SU REPERCUSIÓN EN PERSONAS CON MIEDO A VOLAR (Primera entrega)


CATÁSTROFES AÉREAS Y SU REPERCUSIÓN EN PERSONAS
CON MIEDO A VOLAR (PRIMERA ENTREGA)

Todo accidente aéreo con pérdidas totales de vidas sensibiliza a todo el mundo. Muchísimo más a aquellas personas temerosas de volar.
Le atribuyen a Picasso la siguiente expresión: “No le tengo miedo a la muerte. Le tengo miedo al avión.” De lo cual se desprende, que quienes tienen miedo a volar, desplazan sus diferentes temores inconscientes al avión.

Después de aquel fatídico 11 de Septiembre del 2001, todos mirábamos con cierto recelo a los aviones. Se cerraron aeropuertos, se reforzaron al máximo las medidas y controles de seguridad, pero la gente en general trataba de postergar sus vuelos dentro de las posibilidades de poder hacerlo. Nadie volaba por placer en aquellos momentos, sólo lo hacían aquellos que por fuerza mayor, trabajo, obligaciones sociales, compromisos oficiales, etc. debían subirse a un avión.

Con el reciente accidente del vuelo AF 447 he recibido llamados y mails de mis pacientes preguntándome si un rayo podía derribar un avión. Yo no estoy en condiciones de saber de dónde salió esa información, pero sí puedo contestar con seguridad que ningún rayo hace caer un avión. La cabina de la aeronave funciona como una gran jaula de Faraday, es decir, crea exteriormente un campo electromagnético que rechaza y descarga a tierra toda actividad eléctrica como puede ser un rayo.
Yo sería un necio y estaría totalmente alejado de la realidad si no planteara la posibilidad de una emergencia, un incidente o un accidente. Que de hecho existen. En una mínima proporción si los comparamos con los ocurridos en los automóviles.
No trato de restarle importancia al tema, sino ubicarlo dentro de los parámetros probabilísticos, sabiendo que las posibilidades de un accidente aéreo son mínimas. Lo que ocurre, es que una catástrofe aérea, siempre encierra una luctuosa espectacularidad por el número de víctimas que ocasiona.
De ninguna manera mis opiniones, como lo digo en mi libro Vuele Sin Temor, intentan ser un himno irresponsable a la alegría y subestimar el dolor de los que han perdido a un ser querido o los que sobrevivieron a la dura experiencia de un accidente aéreo. Todo lo contrario, sólo que si ello es real, también posee una potente dimensión de verdad las incontrovertibles cifras de los innumerables aviones que despegan y aterrizan diariamente en el mundo, sin la menor novedad. Esto no es noticia ni vendible ni comprable.
La difusión de información frente a una catástrofe aérea, por casi la mayoría de los medios, se torna, en mi opinión, exageradamente reiterativa y además, en muchos casos se basan en hipótesis y comentarios poco fiables. Las hipótesis son sólo eso, hipótesis que necesariamente deben ser demostradas. Esta situación colabora en llevar más preocupación a quienes padecen de miedo a volar.

Mi propuesta es informar, orientar, tranquilizar sin omitir aquello que podría no ser tan bueno, como por ejemplo las turbulencias, las emergencias, los incidentes y los accidentes, pero en su justa dimensión y con la prudencia de la confirmación de los hechos, tratando de evitar una difusión apresurada y errónea.

Dicho sea de paso, es conveniente aclarar, que un porcentaje de los pasajeros que han sufrido un incidente, como por ejemplo un despiste o una despresurización de la cabina, suelen permanecer particularmente sensibilizados durante un período de tiempo, padeciendo de un miedo post-traumático. Esto de ninguna manera significa una fobia y no siempre requiere de tratamiento.

Datos y Contactos:
Dr. Víctor F. Bertoli
Médico psiquiatra.
Médico Examinador de Personal Aeronavegante
Piloto Privado de Avión
Autor del libro: “Vuele Sin Temor”
Editorial: Salerno
108 páginas, Buenos Aires - Argentina 2001.
http://www.vuelesintemor.com.ar/
La Web posee versión en Inglés – There are a English Version
Mail: info@vuelesintemor.com.ar

MILKA



Sábado a la mañana, pleno verano. La ciudad está tranquila.
Mis pasos me llevan a la plaza San Martín, que hace años no recorría. Me detuve morosamente en su arboleda y deambulé por sus senderos. La encontré cuidada y casi solitaria.
Mi vagabundeo me fue acercando a un banco ocupado por una mujer y su perrita, la que de inmediato se acercó a olisquearme.
- No muerde, me advirtió. Parece que la conoce.
- Para nada –repuse- ocurre que como tengo un perro lo debe olfatear.
- Es muy raro. Desde que usted apareció a lo lejos se levantó con sus orejas alertas y no le sacó la vista de encima. Nunca hizo algo así.
- Vaya a saber. Tal vez le recuerdo a alguien.
- La encontré en esta plaza hace mas o menos un año. Estaba hecha una desgracia. La llevé al veterinario que la desparasitó y colocó las vacunas y ahora, mírela, está hecha una reina. Es tan dulce que la llamamos Milka.
- Ah, la abandonaron y usted teme que espere a sus dueños. Tranquilícese, mía no es.
Ya en confianza me dijo:
- Yo la cuido pero ella eligió a mi marido como amo. Sabe, el tiene el mal de Alzhaimer y por eso se queda mucho en la cama. Pienso yo…
La observé con afecto y vi su agobio resignado ante lo que le esperaba.
- Pero a la tardecita, prosiguió, a eso de las seis le digo: Viejo, hay que llevar a Milka a la plaza, acompañame. Entonces, él se levanta, se pone la camisa y nos quedamos acá un par de horas. Le hace bien….
Reparé en una bolsita de plástico a sus pies.
- Milka, vamos a darle de comer a las palomas. Buen día.
La vi alejarse serena, con esa fortaleza de la gente simple y su oculto temor de perder a Milka.
Me quedé pensando ¿Qué vio la perrita en mí? Hay quienes dicen que los perros ven el aura de las personas. ¿Se habrá dado cuenta que soy perrera de alma?
Chau Milka, Dios te bendiga.

Datos y Contactos:
Autora: Noemí Müller
Mail: 001alberto@arnet.com.ar
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